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El día en que dejé de reconocerme: El primer paso en el camino de encontrarme

  • Foto del escritor: Feroz Anka
    Feroz Anka
  • hace 4 días
  • 6 Min. de lectura

Un día te despiertas y tu vida sigue exactamente igual; pero tú ya no.

Tomas el mismo café, caminas por las mismas calles, hablas con las mismas personas.

Pero cuando miras hacia dentro, ya no hay nadie a quien reconozcas.

Justo ese día empieza el camino de encontrarte contigo mismo.

Ese día que nadie nota, que no cuentas a nadie y que, sin embargo, te sacude desde la raíz.


El desconocido en el espejo pregunta: «¿En qué momento me convertí en esta persona?»

Todavía recuerdo muy claramente ese día.

Si miraras el calendario, seguramente era un día cualquiera; pero dentro de mí fue un punto de inflexión.

Me puse frente al espejo.

La persona que veía era yo, y al mismo tiempo no lo era.

En mi mirada había cansancio, sí.

Pero no se trataba solo de falta de sueño.

Faltaba algo más detrás de mis ojos: yo.

La extrañeza hacia uno mismo empieza así, en silencio.

Sin decir nada a nadie, sin cambiar ninguna escena exterior, dándote cuenta por dentro de que estás «interpretando un papel»…

Desde fuera, todo parece ir bien: tu trabajo, tus responsabilidades, tus relaciones, las sonrisas que publicas en redes sociales…

Pero por la noche, cuando ya no tienes que entretener a nadie y te quitas la sonrisa congelada del rostro, te quedas con una pregunta muy simple pero demoledora:

«¿En qué momento me convertí en esta persona?»

Esa pregunta es la forma verbal del sentimiento interior de estar perdido.

Lo que vives no es perder por completo tu identidad, sino alejarte de ti.

Y sin darte cuenta has llegado al umbral de la pregunta: «¿Quién soy yo?»


Kaybolmuş hissetmek bir arıza değil, bir davettir...

Sentirse perdido no es un fallo, es una invitación...

Durante mucho tiempo pensé que sentirse perdido era un problema.

Como si todo el mundo supiera cuál es su lugar, su dirección, quién es, y solo yo hubiera perdido el camino.

Luego me di cuenta:

Que una persona se sienta «perdida» suele ser la señal de que ya no puede mentirse.

Dices: «Estoy bien», pero no lo estás.

Dices: «Es normal que yo sea así», pero en el fondo sabes que no es una vida que te pertenezca.

Dices: «Todo el mundo vive así», y sigues adelante, pero una parte de ti susurra: «Yo no soy todo el mundo.»

Ese susurro es el comienzo más desnudo del camino de encontrarte.

El camino de encontrarte empieza en el momento en que aceptas que te has perdido.

Lo tomas por un defecto; en realidad es una llamada que te envía tu alma.

Sentirse perdido es la primera señal que te lanza tu mundo interior:

«Tú no estás aquí. Estás aquí, pero no estás. Vamos, volvamos a ti.»


La extrañeza hacia uno mismo no llega con grandes explosiones; llega en pequeñas fugas.

Al principio no te das cuenta, luego haces como que no lo ves y al final llegas al punto en que ya no puedes ignorarlo.

Tal vez, en un lugar muy concurrido, en mitad de una conversación, de repente la sensación de «No pertenezco a este sitio» se te atraganta en la garganta.

Tal vez ya no encuentras ningún gusto en las cosas que antes disfrutabas, pero te silencias diciendo: «No debería ponerme quisquilloso por estas cosas.»

Tal vez siempre muestras a tu familia, a tu pareja, a tus amigos, a tus compañeros de trabajo esa versión que «lo arregla todo», «se las apaña», «no da problemas», y escondes la parte rota dentro de ti.

Tal vez has bajado tanto el volumen de tu propia voz que ya ni siquiera sabes nombrar con claridad qué te gusta, qué te enfada, qué te hiere.

Desde fuera parece que tienes una vida que «funciona»; pero no hay nadie viviéndola.

Es intentar seguir a la fuerza con una vida que no compartes con tu alma.

El día en que dices: «Ya no me reconozco», no es más que la suma de todas esas pequeñas señales.


El verdadero punto de partida de «Caminos hacia mí»

Cuando me senté a escribir Caminos hacia mí, no tenía un gran plan ni una trama impecable.

Solo tenía esta frase:

«Ya no me soporto, porque no me conozco.»

Este libro no nació de una época en la que era fuerte, sino de una época en la que empecé a desmoronarme.

Al escribir, no me senté a la mesa como «autor», sino como «testigo»; fui poniendo delante de mí, una por una, todas las escenas en las que me había alejado de mí, me había negado, me había avergonzado de mí, me había olvidado.

Desde fuera, el camino de encontrarse a uno mismo puede parecer romántico.

Visto desde dentro, se parece mucho más a esta frase:

«Ya no puedo seguir viviendo así.»

Caminos hacia mí es, en realidad, una especie de memoria tejida alrededor de esta frase.

No es un «libro maestro» que diga lo que hay que hacer; es un libro de testimonio que muestra cómo una persona se derrumba por dentro cuando no hace esas cosas.


El camino hacia uno mismo no está hecho de grandes iluminaciones, sino de pequeños giros...

A veces pensamos que el camino de encontrarse comienza con un único gran momento de iluminación.

Una mañana te despiertas; lo entiendes todo, tu vida cambia, tú cambias…

En realidad, este camino empieza con momentos pequeños y aparentemente corrientes.

Cuando eliges callar en mitad de una conversación,

cuando quieres decidir no para que «a todos les guste», sino para que «a mí me encaje por dentro», cuando te das cuenta de que vives para obtener aprobación y por primera vez preguntas: «¿Quiero esto de verdad?», cuando al volver del trabajo dices: «Este no es mi lugar» y empieza ese temblor interior…

Todo eso son pasos pequeños pero radicales que das para volver a ti.

El camino de encontrarte suele ser la suma de transformaciones interiores que nadie aplaude y que nadie ve.

Si un día miras al espejo y dices: «Ya no me reconozco», recuerda:

Tu alma se puso en camino hace tiempo; tú solo te has dado cuenta tarde.


La pregunta «¿Quién soy?» no es una amenaza, es simplemente una puerta...

La pregunta «¿Quién soy?» resulta aterradora para muchas personas.

Como si hacerla significara tirar a la basura todo lo que has vivido hasta ahora…

Sin embargo, esa pregunta no es una amenaza; es una puerta.

Decir «¿Quién soy?» significa: «¿Voy a encajarme solo en los papeles que me han asignado, o también voy a escuchar mi propia voz?»

Significa: «¿Soy solo la persona que los demás esperan de mí, o todavía hay alguien dentro que no ha podido hablar?»

Significa: «¿Mi vida es realmente mía?»

El día en que te atreves a hacerte esta pregunta, has cruzado el umbral más crítico de la extrañeza hacia ti mismo.

Sentirse perdido no significa que no tengas respuesta; significa que por fin has empezado a hacer la pregunta desde el lugar correcto.


«¿Yo también me siento así?»

Quizá, mientras lees estas líneas, sin darte cuenta te estás volviendo hacia ti:

Quizá llevas tiempo despertando a mañanas en las que ya no te reconoces.

Vives en la misma ciudad, en la misma casa, con las mismas personas, pero algo dentro de ti ya no se siente igual.

Dices: «Se supone que todo está bien», pero una parte de ti susurra: «No lo está.»

Entonces solo quiero dejarte esta pregunta:

¿Cuándo fue la última vez que de verdad te viste?

¿Cuándo miraste al espejo por última vez diciendo: «Este soy yo»?

¿O llevas ya mucho tiempo paseando como un invitado por tu propia vida?


La frase «Ya no me reconozco» suena a derrumbe la primera vez que se escucha.

Como si todo hubiera terminado, tú te hubieras perdido y el camino de vuelta estuviera cerrado…

Hoy, al mirar atrás, veo esto:

Esa frase fue en realidad la puerta más grande que se abrió dentro de mí.

Fue el primer sacudón que necesitaba para salir de los moldes estrechos de mi antiguo yo, dejar de mentirme y redescubrir quién soy, más a fondo.


Caminos hacia mí nació exactamente de ese sacudón.

Por eso este texto no es solo una confesión ni solo una definición; es una invitación.

Si estos días tú también te sientes extraño contigo mismo, perdido, si sientes distancia con el rostro del espejo, recuerda:

Esto no es el final.

Quizá sea el primer paso en el camino de encontrarte.

Y ningún camino puede tener un comienzo más honesto que la frase: «Ya no puedo seguir así.»

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