¿De qué vacío nació este libro? – La primera grieta de Las Líneas del Vacío
- Feroz Anka
- hace 4 días
- 6 Min. de lectura
No escribí este libro a partir de una idea, sino a partir de una grieta.
Primero se rompió el mundo dentro de mí, y después se derramaron las frases.
La verdadera pregunta es esta: ¿De qué vacío nacieron Las Líneas del Vacío?
Había una única sensación que no me dejó en paz durante años:
Todo parecía lleno y, sin embargo, yo sentía, al contrario, un vacío interior.
El calendario estaba lleno.
La agenda estaba llena.
Las pantallas estaban llenas.
Una vida tejida con notificaciones, objetivos y listas de tareas…
Pero en algún punto de la noche, cuando todos callaban, cuando se apagaban las luces, volvía aquello que no sabía nombrar:
«Con tantas cosas, ¿por qué nada es suficiente?»
Las Líneas del Vacío nacieron precisamente de todos esos «no es suficiente»..
Este libro no es la historia de un éxito, sino el subproducto de una búsqueda de sentido.
Es el libro de una voz que se tragó la frase «Hay que vivir la vida al máximo»,
y que, por dentro, seguía susurrando: «¿Pero qué significa realmente estar “lleno”?»
No escribí para silenciar esa voz.
Al contrario, escribí para poder permanecer a su lado.
Cuando miré al ser humano de hoy –y me incluyo en ello– vi lo siguiente:
Alguien que sabe un poco de todo,
conectado con todas partes y, sin embargo, extrañado de sí mismo.
Miles de cosas tiran de su atención en cada momento;
y casi nada merece realmente esa atención.
Una sensación constante de estar «online», siempre «ocupado», siempre «no es suficiente»…
Y un día me di cuenta:
El nombre de ese gran cansancio no era realmente «tener demasiado trabajo».
Era un vacío interior sin nombre.
Justo ahí nacieron Las Líneas del Vacío:
mientras intentaba entender por qué una vida que parece tan llena suena hueca por dentro.
Escribí este libro para cualquiera que se haya hecho alguna vez la pregunta:
«¿Mi vida me pertenece de verdad, o sólo estoy interpretando un guion que me han puesto encima?»
Una de las cosas que más me inquietaban era esta:
No vivimos con la vida misma, sino con las representaciones de lo que vivimos.
El dinero pasando a ser más importante que las necesidades reales…
El tiempo reducido a «minutos» y «productividad»…
El yo fragmentado en «perfil», «currículum», «marca», «imagen»…
Durante mucho tiempo viví sin darme cuenta de algo:
No vivía con la vida, sino con el «mapa» de la vida.
La cifra en el banco era el mapa de una supuesta seguridad.
Las aprobaciones que recibía eran el mapa que me hacía creer que era amado.
Aferrarme a títulos, roles y etiquetas era el mapa que me hacía creer que sabía quién era.
Pero por muy detallado que sea, el mapa no es el territorio.
Las Líneas del Vacío no se escribieron para arrugar y tirar el mapa, sino para que, mientras caminas con el mapa en la mano,
puedas preguntarte: «¿Dónde estoy realmente ahora mismo?»
Porque un día, una frase muy nítida atravesó mi interior:
«La realidad se esconde en el silencio más allá de los símbolos.»
Este libro es un largo caminar siguiendo esa frase.
Una respuesta honesta a la pregunta: «¿Por qué lo escribí?»...
La respuesta típica sería: «Lo escribí para compartir lo que se había acumulado en mí.»
No.
No escribí Las Líneas del Vacío para «compartirlas», sino porque ya no podía soportarlas a solas.
Porque ya no soportaba algunas de las mentiras que me contaba a mí mismo…
Porque no podía respirar detrás de las máscaras donde me escondía con la frase «Yo soy así y punto»…
Porque mis miedos y mis culpas, escondidos detrás de símbolos y conceptos,
mis dudas, ya no cabían en ninguna parte…
No escribí este libro para justificarme, sino para dejar de huir de mí mismo.
La respuesta a «¿Por qué lo escribí?» no es una frase adornada:
Porque si no hubiera escrito, ese vacío interior me habría tragado.
Escribir no fue una forma de llenar ese vacío, sino la única forma de mirarlo juntos.
¿Para quién escribí este libro?
La respuesta oficial es clara: «Lo escribí para el lector.»
La respuesta real es un poco más desnuda:
Primero lo escribí para las diferentes edades de mí mismo.
Para mi yo adolescente, que se sintió solo por primera vez.
Para mis veintitantos, que decían: «Todos avanzan, y yo sigo en el mismo sitio.»
Para mi yo adulto, que se perdió entre roles y responsabilidades…
Y luego lo escribí para personas que en realidad nunca he conocido, pero que conozco muy bien:
Para quienes miran al techo antes de dormir y susurran: «¿Qué sentido tiene todo esto?»
Para quienes parecen exitosos por fuera y, por dentro, sienten vergüenza mientras se preguntan: «¿Qué estoy haciendo realmente?»
Para quienes se han refugiado en frases espirituales y, sin embargo, en el fondo siguen siendo profundamente «humanos».
Para quienes dicen: «Quiero volver a mí, pero ni siquiera sé adónde volver.»
Si, al leer Las Líneas del Vacío, sientes alguna vez: «Es como si alguien dentro de mí hubiera escrito estas líneas», entonces sabe:
Este libro lo escribí para ti.
Pero no te lo escribí «desde arriba», sino desde el mismo lugar que tú, desde el mismo borde del vacío.
Escribir este libro no fue simplemente sentarme a la mesa.
A veces pasé semanas sin poder escribir una sola frase.
Porque cada nuevo capítulo me ponía a prueba primero a mí.
Al hablar del «poder de los símbolos», me quitaron mis propios símbolos.
Al escribir sobre el «yo y las máscaras», tuve que enfrentarme a mis propias máscaras.
Al cuestionar el «tiempo», tuve que mirar los momentos en los que me quedé atrapado en mi pasado;
al cuestionar el «espacio», tuve que mirar los lugares dentro de mí a los que nunca conseguía llegar del todo.
Escribir no fue un ejercicio teórico.
Cada capítulo chocó primero con algún lugar de mi vida;
rompió algo, arrancó algo de mí y me devolvió algo.
Por eso, Las Líneas del Vacío no es un «libro de filosofía» estéril.
Es un texto escrito con el polvo de la vida encima, con sus arrepentimientos y sus silencios.
Mientras escribía este libro, me di cuenta de algo:
Siempre hemos visto el vacío como «una carencia que hay que llenar».
Con una nueva relación, un mejor trabajo, unas cuantas técnicas espirituales, unas cuantas frases motivacionales…
Pero ninguna de estas «plenitudes» logró silenciar por completo la sensación de vacío interior.
Porque quizá la cuestión no era llenar el vacío, sino aprender a permanecer con él.
Las Líneas del Vacío se escribieron precisamente por eso:
para ver el vacío no como algo patológico, sino como una parte natural de la existencia.
El vacío no es siempre el lugar donde la vida «se desperdicia».
A veces es el lugar donde se retiran todos los ruidos y la verdad empieza a susurrar.
Por supuesto, existe una fecha técnica de inicio para la escritura de este libro.
Pero el comienzo auténtico no está ligado a una hoja de calendario, sino a un momento:
al día en que me encontré cara a cara con mi propio silencio interior en un lugar lleno de gente.
Había mucha gente a mi alrededor.
La gente pasaba, las pantallas brillaban, se pasaban tarjetas;
sonidos, luces, anuncios, objetivos… todo era «demasiado».
Y en ese momento exacto escuché una frase que surgía dentro de mí:
«Aquí todos van detrás de algo. Y tú, ¿qué persigues de verdad?»
No supe responder.
Ahí apareció la primera grieta.
Las Líneas del Vacío es el libro de las preguntas que se filtraron por esa grieta.
Un texto que no cree en el poder de las respuestas, sino en la honestidad de las preguntas.
Este libro no te ofrece una respuesta; te ofrece un espejo.
Esta entrada de blog es mi respuesta, lo más desnuda posible,
a la pregunta: «¿Por qué escribí Las Líneas del Vacío?»
Porque el vacío dentro de mí ya no se callaba.
Porque los símbolos y los conceptos
hacían que me escondiera de la realidad en lugar de sostenerla.
Porque primero vi en mí el cansancio del ser humano moderno.
Y porque bajo ese cansancio había una búsqueda de sentido que aún no tenía nombre.
Si, al leer estas líneas, sientes que te enfrentas a tu propio vacío interior,
sabe que este texto no está escrito para decirte: «Mira, aquí está la solución.»
Al contrario, está escrito para decir: «Ven, callemos juntos; miremos juntos; preguntemos juntos.»
Las Líneas del Vacío no son un resultado, sino el primer paso de un viaje.
Y este blog es la primera confesión entre bastidores de ese viaje.






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